Un retrato de una familia actual, entre individualismo posmoderno y clan mediterráneo. Una novela excepcional que plantea una gran pregunta: ¿cómo influyen las experiencias de los padres en la vida de los hijos, o cómo interpretar lo sucedido?
Un padre traductor que no sabe traducir los hechos. Una madre que ha reconstruido su vida con otra mujer. Un hijo obediente que se ha vuelto adicto a la heroína. Éste es el triángulo de una novela que tiene a la familia como protagonista. El narrador es un traductor de oficio que se ha pasado la vida interpretando lo que escriben otros, y un hombre felizmente habituado a la soledad y a sus rutinas.
El cataclismo le llega por teléfono, cuando, pasados diez años del “último mono” de su hijo, la madre anuncia una tercera recaída y le pide ayuda. ¿De qué se desintoxica el hijo? ¿De qué vivencias que quizá no sean suyas, sino anteriores? El traductor rastrea los vestigios de su propia juventud, en una Barcelona pletórica bajo el signo de Lou Reed y Rimbaud. De esta meditación surgen escenas de la vida doméstica que muestran otra forma de “transición”: la que lleva del clan mediterráneo al individualismo posmoderno.
Han dicho
“De la soledad incompartible que forma una familia, del tiempo traicionado por los placeres y los días, de la educación sentimental a la que los hijos someten a los padres, de la Barcelona profunda que se resiste a morir y lo hace matando a quien se le acerca, de lo que pinta un pobre y glorioso traductor en medio todo eso, en medio de su propia vida, que ni siquiera es la suya, porque el hombre es un sueño del paisaje. De eso va el libro, de literatura en estado puro.” Javier Pérez Andújar en La Central ─ Presentación de El último mono
Entrevistas
Lluís Maria Todó en Página dos